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El efecto 2020
Una buena parte de nosotros tiene en su memoria almacenado el efecto 2000, un evento catalizador de reingenierías de software y promesas de aldea global y próspera, la revolución de Internet. Era un mundo dirigido explícitamente por personas y software.
La navidad del 1999 fue la primera de Google fuera de un garaje. En los albores del milenio sólo unos pocos apostaban por la dictadura de los datos para mejorar sus servicios. Aquellos que lo hicieron marcaron un antes y un después y "jubilaron" a gigantes como Yahoo y AOL.
Así, se dio paso a un par de décadas en que la tónica dominante ha sido la "tiranía" del internauta, que tiene el poder de la información y el altavoz de las redes sociales para expresar su sentir. Pasamos a un mundo dirigido por consumidores y "likes", donde las personas somos activos digitales y consumimos, bien informados o impulsivamente, sin parangón con nada en la historia. Estábamos ante el cambio de era que tantos personajes insignes, entre ellos mi buen amigo Fernando Suárez, preconizan.
Y llegó 2020. Mi más cordial empatía con todas aquellas personas que están sufriendo. El golpe ha sido y es muy duro. El riesgo de colapso planetario es de la misma magnitud que la oportunidad de repensarnos, porque toca hacer de la necesidad virtud. El fondo de recuperación Next Generation EU en España supondrá una importante inyección de fondos en digitalización, permitirá multiplicar por 6, repito, por 6, la inversión pública en digitalización. Los retos están claros: las competencias digitales, la conectividad digital, la transformación digital de empresas y sector público, la ciberseguridad, el 5G y la economía del dato e inteligencia artificial.
Colegiadas y colegiados en Ingeniería Informática estamos llamados a contribuir con nuestras mejores neuronas a que esta lluvia de inversión cale en la economía y no amplifique la riada devastadora que sufre nuestra sociedad. Nuestra profesión es tecnológica pero a la vez tiene mucho de social, tanto asistencial, económica y de (buena) gobernanza. Llevamos promoviendo proyectos en cualquier ámbito de la sociedad y del tejido productivo y tenemos mucho que aportar, más allá de los fondos de impulso de la digitalización.
En este contexto y en este foro quiero proponer el término "Efecto 2020" para reivindicar que la nueva ola de digitalización que viene, al igual que como acabó siendo la del 2000, esté centrada en las personas y la mejora de los servicios. Esto exige abandonar la visión de procesos para centrarse en la explotación de los datos, con todas las salvaguardas. En la administración podríamos fijarnos en la tramitación del Ingreso Mínimo Vital. El mismo ministerio que mensualmente recibe las cotizaciones de la Seguridad Social, y conoce aquellas personas que están en ERTE, no usa esos datos y en su lugar recurre a otro ministerio y declaraciones del IRPF de ejercicios pasados. La digitalización tiene que orientarse a mejorar y agilizar la prestación de servicios, algo exigido a cualquier proyecto de Ingeniería Informática.
Nunca tuvimos tantos datos al alcance de la mano pero, paradójicamente, según algunos, nunca estuvimos tan desinformados. En democracia debemos estar informados pero por encima de todo ello ejercer la ciudadanía crítica y sacar nuestras propias conclusiones. Durante años en Torusware hemos desarrollado un detector de "Fake News" basado en el análisis masivo de múltiples fuentes de datos abiertos. Con esta experiencia, y por deformación profesional, constantemente me hago preguntas que no tienen respuesta (fácil), bien porque no hay datos o están dispersos y en formatos difícilmente consumibles de forma automática.
La baja calidad del dato que vivimos alimenta conflictos y desafección. En España, según el Ministerio de Sanidad, menos del 0,2% de los casos positivos de COVID-19, o apenas el 1% de los brotes, han sido originados en un establecimiento de restauración. Hay muchas Fake News y desafección basándose en estos datos. La misma fuente asegura que se trata de datos de casos asociados a brotes fuera del domicilio que han podido ser trazados, apenas un 10% de los casos positivos. Y de ese 10% la mayoría de los casos son en el ámbito social o mixto (por ejemplo, social y laboral), aunque muy pocos atribuyen el contagio a establecimientos de restauración. Recordando a Sócrates "sólo sé que no sé nada".
Ya tenemos por dónde empezar, midamos lo que hacemos, nosotros y lo que hace la inteligencia artificial, y midámoslo bien. Porque sólo midiendo mejoraremos aquello medido. Y que sea público. Porque muchos datos no se publican porque son motivo de vergüenza propia y ajena. Hemos de asumir responsabilidades. No podemos tener miedo a salir de la caverna, a la luz de los datos. Como ciudadanos del "Efecto 2020" exigimos cada vez más transparencia tanto a la administración como a las empresas, a niveles de calidad de servicio y de compromiso social y medioambiental.
Feliz década 2021-2030, la que espero sea la década de la democratización del dato.
Guillermo López Taboada, profesor en la Facultad de Informática de A Coruña y director general de la empresa Torusware, Premio Nacional de Informática Ramón Llull 2020